Desde que el lunes por la mañana Pedro Sánchez declarase que sigue en la Moncloa (qué novedad, qué noticia, ni en Gran Hermano dan tanta bola a continuar una semana más), la maquinaria periodística del partido socialista se dispuso, disciplinada, a ejecutar órdenes: todos a remar, en todos los territorios, para difundir el concepto de “la máquina del fango” y amedrentar al periodismo libre.
El maquiavélico Sánchez tiene claro que le interesa “construir el muro” (Óscar Puente), cribar a los ciudadanos entre “buenos y malos” (Diana Morant) y tildar de “fachosfera” (Pedro Sánchez) a los que no sean dóciles. Sinceramente, tienen un concepto muy extraño de la concordia y de la libertad. No se mostraban, los socialistas, tan preocupados por la crispación cuando las camisetas de colores perseguían a Cospedal, cuando se insultaba a Benjamín Prieto por acoger el ATC, cuando se le partía la cara a Rajoy, cuando se llamaba “carapolla” a Almeida, cuando la sede del PP de Cuenca era vandalizada casi a diario o cuando el propio Sánchez se desternillaba de risa en la tribuna del Congreso al estilo del Joker para burlarse de Feijóo.
En esas, la orden jerárquica para escribir el relato sanchista debió llegar al partido socialista de Cuenca. Y los imagino reunidos para ver cómo enfocar lo de “la máquina del fango” en esta provincia, que se caracteriza por una prensa necesitada de apoyo económico público y un ecosistema político de monopolio socialista en todas las instituciones. Decidieron publicar un insulso y victimista artículo de opinión firmado por su secretario general y meter, de tapadillo, en el último párrafo de una nota de prensa la frase “la estrategia del fango que están intentando instaurar a nivel nacional”.
Desde nuestro máximo respeto a los periodistas que ejercen su labor día a día con profesionalidad, qué bochorno tener que escuchar al socialismo conquense hablar de “la máquina del fango” después de décadas intentando encarrilar a los medios de comunicación. No somos cínicos y sí conscientes de que la prensa provincial no puede sobrevivir sin la ayuda institucional al no tener apenas capacidad de monetizar su arduo trabajo ni por venta de periódicos, ni por publicidad privada, ni por muros de pago. Sin embargo, esas ayudas públicas son dinero de todos y deben servir para garantizar a los periodistas condiciones económicas dignas que les permitan trabajar en libertad, no un chantaje socialista de sumisión al régimen. Que nadie se rasgue las vestiduras si confesamos cómo suenan los teléfonos ante noticias controvertidas o cómo encogen las cuantías económicas a medios menos mansos, es decir, más libres.
Si Pedro Sánchez centra ahora el foco en la prensa no es por preocupación ante los bulos descontrolados, sino por ese afán autoritario de sometimiento y esa necesidad de alejar el foco de los casos de supuesta corrupción que lo rodean. Sería más fácil dar explicaciones y desmentir las noticias falsas, porque su altavoz como presidente es amplio y potente, que emprender una huida hacia delante y atacar a los medios de comunicación que investigan al poder. Porque tiene muy poca credibilidad para mostrar preocupación por la verdad el que se inventó un comité de expertos para amparar decisiones propias, el que dijo que daría a los jueces libertad para elegirse, el que confesó que con Bildu no y si quiere se lo repito mil veces, el que iba a perseguir a Puigdemont porque es un prófugo de la justicia y hay que juzgarlo con imparcialidad y el que hace pocas semanas acusó falsamente a la mujer de Feijóo.
Feliz, y consciente, día mundial de la Libertad de Prensa.