Los expertos analistas de la actual situación de crisis coinciden en que, para poder salir del momento de incertidumbre en el que estamos inmersos, es necesario, entre otras cosas, un incremento de la productividad.
Agricultura y ganadería constituyen el sector más característico de Castilla-La Mancha y aunque en su discurso de investidura, el presidente regional se refirió a él diciendo que la estructura productiva de Castilla-La Mancha ha cambiado profundamente, se ha modernizado y ya no estamos en una región eminentemente agrícola, yo creo que es un grave error creer que representan el pasado, cuando realmente en ellas está nuestro presente y nuestro futuro.
La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) dice que hoy la agricultura está en el centro de los tres grandes retos a los que se enfrenta el Planeta en los próximos años: el reto alimentario, el reto medioambiental y el reto energético. Es evidente que por tradición y por nuestro buen saber hacer, atendiendo a estos retos, los castellano manchegos tenemos obligación de seguir haciendo Agricultura, e incluso debemos esforzarnos en incrementar su productividad. Sólo así contribuiremos a solucionar la crisis en la que estamos inmersos.
Nuestra agricultura y nuestra ganadería constituyen un sector mucho más romántico y altruista de lo que la mayoría de la sociedad piensa, que contribuye de un modo real al bienestar y a la tranquilidad de los ciudadanos y, en vez de recibir los agradecimientos que merecen, el Gobierno regional más parece querer desmantelarlas que luchar por su supervivencia.
La política que nos ha guiado nos ha llevado a que los precios de los alimentos se hayan disparado, curiosamente sin incidir positivamente en la rentabilidad de las explotaciones agrícolas, pero, a pesar de todo ello, aunque a veces se nos olvida que el campo es una empresa que no tiene ni aire acondicionado, ni cómodos sillones, ni amplias salas de espera, muchos agricultores, movidos más por impulsos sentimentales que por rentabilidad empresarial siguen, contra viento y marea, tratando de mantener su actividad.
No se puede llevar a la agricultura castellano manchega, como está pretendiendo el Gobierno regional, a una situación catatónica y menos ahora, que se ha demostrado que es imprescindible, en primer lugar, para garantizar el suministro de alimentos y, en segundo lugar, para lograr que haya un aumento de las producciones para que bajen los precios que los sufridos consumidores estamos pagando por los productos básicos para nuestra alimentación. Hacerlo significará romper la punta de lanza que necesitamos para atravesar la dura situación que hemos empezado a vivir y que, todo parece indicar, vamos a padecer más tiempo del que sería deseable.
De gallina se me pone la piel cuando veo lo que el Gobierno regional está pretendiendo hacer en el Alto Guadiana, obligando en unos casos, sin el mas mínimo respeto a la dignidad de los afectados, agricultores y ganaderos y cuantos directa o indirectamente dependen de la agricultura de la zona, a dejar de regar sus cultivos y fomentando, en otros, el abandono de tierras con pérdida de cultivos tan nuestros como el viñedo.
Ha dicho Sarkozy, en su recién inaugurado cargo de Presidente de la Europa de los 27, que en un mundo donde hay 800 millones de gente pobre que no puede alimentarse y donde un niño muere cada 30 segundos de hambre, nunca aceptará una reducción de la producción agraria europea.
Por tanto, parece lógico pensar que, en Castilla-La Mancha, lo que no se debe permitir es que en el Alto Guadiana se deje de regar una sola hectárea, ni que se fomente el abandono de nuestros viñedos. Lo que parece razonable, de acuerdo con los expertos analistas de la actual situación de crisis, es hacer más productivas nuestras tierras de cultivo.
Para que esto ocurra es necesaria una colaboración armoniosa del Gobierno regional con el sector, justo lo contrario de lo que está ocurriendo, aunque, para ello, nuestro presidente debería convencerse de que SIN AGRICULTURA NADA.